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Nunca en domingo: Melina Mercouri encarna a un mito de la prostitución

Las prostitutas siempre han tenido su hueco dentro del cine, a veces con más protagonismo, otras en pequeñas escenas donde no tenían diálogo y solo aparecían haciendo su trabajo. De la misma forma que lo hace la sociedad, el cine las ha apartado un poco del foco, salvo en honrosas excepciones. Cuando la prostituta ha sido la protagonista, el film suele conllevar grandes dosis de drama o de romanticismo, según se tercie. Ocurrió con Pretty Woman, seguramente la película más celebrada de este “género”, pero también con otras como Princesas, un film español que gira en torno a un grupo de prostitutas. Se las refleja como personas tristes, desesperadas, con una vida que apenas pueden soportar y rodeadas de drogas y miseria. Una visión que vuelve a incidir en ese estereotipo dañino que siempre se les atribuye a las prostitutas, y que no por repetido debe ser más real.

Resulta tremendamente curioso que hace sesenta años, un director americano exiliado a Europa dirigiese una de las películas más bienintencionadas y deliciosas sobre la prostitución. Se trata de Nunca en domingo, un precioso proyecto rodado en Grecia por Jules Dassin, en el que conoció a la actriz Melina Mercouri, que a la postre se convertiría en su esposa. El papel de Mercouri como prostituta alegre y casi ingenua le valió las alabanzas de la crítica y el público, e incluso algún que otro premio importante. La visión que Dassin entrega en este filme bebe directamente de Chaplin o de la mítica Qué Bello Es Vivir. Es una celebración de las cosas buenas de la vida, del positivismo y la alegría frente a un mundo lleno de desgracias. Una visión edulcorada y poco realista para muchos, pero que posee un encanto indudable para aquellos que quieran disfrutar del filme sin prejuicios. Colocar en el centro de la acción al personaje de una prostituta podría ser visto como una provocación, pero nada más lejos. Dassin refleja en Ilya, la protagonista, todo lo que considera bueno y positivo en el ser humano.

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Dunkerke, la Operación Dinamo tras los ojos de Nolan

El cine bélico ha dejado grandísimas obras maestras para el séptimo arte casi desde su nacimiento. Al principio, y podríamos decir que por desgracia, las películas bélicas no eran más que una recopilación de las grabaciones reales que se realizaban en los campos de batalla. La primera mitad del siglo XX estuvo llena de conflictos armados, destacando las dos Guerras Mundiales que se llevaron a cabo especialmente en suelo europeo, aunque también en ataques puntuales en África y Japón. Fue justo después de aquellas dos guerras, y tras dejar pasar unos años en los que seguramente el ambiente no era el más propicio para las hazañas bélicas, cuando Estados Unidos se lanzó a rememorar esas batallas a través de películas en las que parecían querer reescribir parte de la historia real, algo muy común sobre todo cuando se trataban las guerras de Corea y Vietnam, de las que los americanos no salieron precisamente bien parados.

En los años 70 y 80 llegarían auténticos hitos del cine bélico como Apocalypsis Now, La Chaqueta Metálica o El Puente Sobre el Río Kwai, producciones que son ya historia del séptimo arte por méritos propios. Salvar al Soldado Ryan, del genio Steven Spielberg, volvió a recuperar ese cine bélico a gran escala, que siguió con películas como Pearl Harbour o Black Hawk Derribado. Y metiéndonos ya en los años más recientes, dos películas destacan por encima del resto. La última, 1917, dirigida prodigiosamente por Sam Mendes a través de varios planos secuencias, que nos mete de lleno en una de las escaramuzas de la Primera Guerra Mundial, y por supuesto, Dunkerque, de Christopher Nolan, estrenada un par de años antes pero convertida ya en todo un clásico por la soberbia proeza audiovisual en la que el director británico convirtió aquella operación real de la Segunda Guerra Mundial, para llevarla al cine de una manera cruda, intensa y espectacular.

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El desembarco de Normandía en el cine

Cualquier conflicto bélico debe ser considerado como un fracaso para el ser humano, que ha sido incapaz de arreglar sus problemas de forma diplomática, y ha llegado a las armas, trayendo consigo hambre, destrucción y caos. Por desgracia seguimos viviendo guerras y conflictos armados en muchos países del mundo. Sin embargo, como ocurre en tantos otros temas, la cosa ya no importa tanto si no está Estados Unidos, o cualquiera de las otras grandes potencias mundiales de por medio. Tal vez África se siga desangrando, e incluso Europa ha vivido el horror de la guerra no hace tanto, pero al no estar afectadas las principales potencias, la atención a estos conflictos no ha sido la misma. Nada que ver, con supuesto, con el último gran conflicto a nivel internacional, la Segunda Guerra Mundial, que sembró de muerte Europa hace ocho décadas.

El ascenso al poder de Hitler en 1933 con el partido Nazi no hizo prever lo que estaba por llegar. De hecho, algunos mandatarios europeos incluso aplaudieron ciertas medidas del Fuhrer. Cuando el gobernante empezó a anexionarse territorios a la fuerza y puso en jaque a las grandes potencias europeas, la cosa pasó de castaño a oscuro. Francia, ya ocupada en buena parte por los nazis, pidió ayuda a Estados Unidos, junto con Gran Bretaña. Los tres países se aliaron para plantar cara a Hitler en Europa. Y sin duda, la batalla que cambió el equilibrio de la guerra, la que sirvió como punto de inflexión en la contienda europea al menos, fue la Batalla de Normandía, que tuvo lugar en el verano de 1944, y comenzó el 6 de junio con el famoso día D, el del desembarco en las playas de la costa norte de Francia. Una operación tan épica que ha sido llevada decenas de veces al cine.

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Apocalypto, la película de Mel Gibson que deberías ver

Mel Gibson ganó fama en los años 80 como una de las mayores estrellas dentro del cine de acción de la época, especialmente dentro de la saga Arma Letal y Mad Max, películas que le convirtieron en todo un ídolo en Hollywood. Posteriormente, su segunda película como director, Breaveheart, se convirtió en una auténtica revolución en la industria del cine, llevándose numerosos galardones, entre ellos el de mejor película y mejor director para el propio Gibson. Si bien su figura ha estado rodeado de innumerables polémicas, pocos dudan de su capacidad para rodar películas interesantes, donde hay drama, acción y aventura. Ya lo hizo notablemente en Braveheart, y volvió a repetirlo años después en Apocalypto, después de llevar al cine una versión ultrarealista de La Pasión de Cristo.

Sus películas nunca dejan indiferente a nadie, y ese también es un gran mérito en el Hollywood de hoy en día, donde parece que nadie puede salirse de lo meramente establecido por el sistema. Con Apocalypto, sin embargo, la taquilla no respondió demasiado bien, y eso le mantuvo durante más de una década alejado de la silla de director, aunque su actitud a veces demasiado polémica tampoco ayudó. Muchos alabaron la incursión de Gibson en aquella historia de la América precolombiana, analizando los últimos tiempos de la civilización maya, y para otros, el exceso de violencia gratuita empeñaba una buena historia. Apocalypto tal vez no sea la película más recordada del norteamericano, y sin embargo, es un filme totalmente recomendable y muy vistoso, así que nosotros vamos a comentar un poco sobre él.