Las prostitutas siempre han tenido su hueco dentro del cine, a veces con más protagonismo, otras en pequeñas escenas donde no tenían diálogo y solo aparecían haciendo su trabajo. De la misma forma que lo hace la sociedad, el cine las ha apartado un poco del foco, salvo en honrosas excepciones. Cuando la prostituta ha sido la protagonista, el film suele conllevar grandes dosis de drama o de romanticismo, según se tercie. Ocurrió con Pretty Woman, seguramente la película más celebrada de este “género”, pero también con otras como Princesas, un film español que gira en torno a un grupo de prostitutas. Se las refleja como personas tristes, desesperadas, con una vida que apenas pueden soportar y rodeadas de drogas y miseria. Una visión que vuelve a incidir en ese estereotipo dañino que siempre se les atribuye a las prostitutas, y que no por repetido debe ser más real.
Resulta tremendamente curioso que hace sesenta años, un director americano exiliado a Europa dirigiese una de las películas más bienintencionadas y deliciosas sobre la prostitución. Se trata de Nunca en domingo, un precioso proyecto rodado en Grecia por Jules Dassin, en el que conoció a la actriz Melina Mercouri, que a la postre se convertiría en su esposa. El papel de Mercouri como prostituta alegre y casi ingenua le valió las alabanzas de la crítica y el público, e incluso algún que otro premio importante. La visión que Dassin entrega en este filme bebe directamente de Chaplin o de la mítica Qué Bello Es Vivir. Es una celebración de las cosas buenas de la vida, del positivismo y la alegría frente a un mundo lleno de desgracias. Una visión edulcorada y poco realista para muchos, pero que posee un encanto indudable para aquellos que quieran disfrutar del filme sin prejuicios. Colocar en el centro de la acción al personaje de una prostituta podría ser visto como una provocación, pero nada más lejos. Dassin refleja en Ilya, la protagonista, todo lo que considera bueno y positivo en el ser humano.
Jules Dassin como director
Julius Dassin nació en 1911 en Connecticut, uno de los estados rurales de Estados Unidos. Su pasión por el cine despertó muy pronto, y en cuanto pudo se mudó a Hollywood, donde colaboró con Hitchcock en su primera etapa en este país como ayudante de dirección. Más tarde, Dassin se encargaría de sus propios proyectos, con películas de época, algún que otro proyecto de cine negro… En los años 50 se produce un punto de inflexión en la carrera del director, al ser incluido en la lista negra del macartismo durante la caza de brujas. Dassin decide mudarse a Francia y cambiar su nombre a Jules, para adaptarse mejor al país. Ya en Europa, continúa rodando películas, sobre todo en Grecia, donde encuentra un paraíso para filmar sus proyectos. Uno de los más aplaudidos fue Nunca es Domingo.
Nunca en domingo
Para muchos, Nunca es Domingo es la película más displicente de Dassin. No tiene un tono rápido ni una historia demasiado compleja. No hay escenas de acción, ni siquiera giros intensos en la trama. El director simplemente quiso contar una pequeña historia, centrada en una joven prostituta de un pequeño pueblo costero de Grecia. Alrededor de este personaje se lleva a cabo toda la trama, que tampoco es mucha, con una intención evidente de destacar la moraleja: debemos aprender a ver el lado bueno de las cosas. Como ya cantarían poco después Monty Phyton al final de su celebrada La Vida de Brian, Dassin encuentra la forma de inspirar bienestar, alegría y positivismo a través de esta película.
Nunca es Domingo se estrenó en 1960, en blanco y negro, y llegó a convertirse en una de las películas más señaladas de su director, quien se mantuvo rodando durante varias décadas después de hacerla. Es un canto a la vida, a la alegría y a todo lo bueno que nos rodea y que tal vez no podemos ver, porque estamos demasiado centrados en cosas que, a la postre, no importan tanto. Una película pequeña que se hace gigante en nuestro corazón. Una lección de vida que, si bien no es perfecta, puede servirnos para calentar nuestra alma en los peores momentos. Tal vez no necesitemos a una prostituta generosa y alegre como Ilya para descubrir qué es lo que realmente nos importa, pero nunca está de más volver a soñar que otro mundo es posible, como hace ella, esperando siempre su eterno final feliz.
El personaje de Melina Mercouri
Nunca Es Domingo cuenta la historia de Ilya, una joven prostituta que trabaja en un pueblo costero de Grecia, donde todos los hombres están embelesados con ella. Es atractiva, pero sobre todo es divertida, alegre, intensa, encantadora y generosa. Cada domingo, la chica invita a sus clientes más fieles a su propia casa, para ofrecerles fiestas con bebida, comida y música. Solo porque le apetece. Solo porque considera que ellos son parte importante de su vida y quiere celebrarla junto a esos hombres. Ilya no se avergüenza del trabajo que hace, no es una prostituta triste ni está obligada a entregarse a los hombres. De hecho, solo lleva a cabo esos servicios con aquellos clientes que ella misma decide. Su visión de la vida enamora a todo el que la conoce, incluyendo al personaje interpretado por el propio director, un americano que llega a Grecia totalmente confundido y desesperado por encontrar el sentido de la vida.
La actriz griega Melina Mercouri interpreta a Ilya de una forma absolutamente irresistible. Con un encanto y un candor casi imposibles de registrar en la pantalla, la chica consigue transmitirnos toda esa bondad, ese vitalismo de la protagonista, comiéndose la pantalla en cada escena. La química con el personaje de Dassin también es impresionante, tanto que seis años más tarde, actriz y director terminarían casándose en la vida real para compartir el resto de sus días juntos. Mercouri interpreta aquí a una prostituta diferente, un espíritu libre que entiende la vida de una forma muy especial y que no se avergüenza de hacer lo que hace, porque siempre está pensando que lo importante es la alegría de compartirlo todo con los demás.
H2: Galardón en Cannes
Si bien Nunca en Domingo no ha alcanzado el estatus de clásico popular, y es una película “menor” dentro del cine de los 60, en su momento este proyecto fue muy celebrado. Se estrenó en el famoso Festival de Cannes, donde Mercouri ganó el galardón a Mejor Interpretación Femenina. Además, la película se llevó un Oscar a Mejor Canción Original en 1961. El tema principal del filme, Ta Paidiá tou Peiraiá, fue compuesto por el músico Mános Hatzidákis, e interpretado en la versión original por la propia Melina Mercouri. La actriz, también cantante, dotó al tema de una dulzura y un encanto muy especial, tanto es así que lo convirtió en una canción de éxito en su país que todavía hoy se recuerda más allá de la película.